Un polifacético grupo de Twitter, el cual incluye a un ingeniero industrial español, lleva en torno a un año investigando la posibilidad de que el coronavirus no haya surgido de un mercado húmedo de Wuhan. Al principio del cierre de España por el coronavirus, el ingeniero industrial Francisco de Asís de Ribera estaba de baja, tras el paso de unas semanas, el madrileño leyó un artículo de la CNN que decía que China estaba restringiendo las publicaciones académicas sobre los orígenes del SARS-CoV-2.
Esto levantó las sospechas de aquel hombre y compartió este artículo en su cuenta de Twitter y a investigar el tema de forma online. En mayo de ese mismo año, ya era parte de un grupo formado por dos docenas de usuarios de Twitter de varios países que tenían en cuenta la teoría de que el coronavirus había surgido de un mercado húmedo de Wuhan. Después de un año, el las andanzas de esta agrupación improvisada han desencadenado cierta senda de investigación que venía siendo un secreto a voces: la fuga accidental del virus desde un laboratorio. La repercusión de sus pesquisas ha llegado a las propias esferas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en principio sigue creyendo en la primera versión, pero los hallazgos de este grupo han planteado preguntas sobre cómo consumimos la información y cómo clasificamos las ideas como teorías conspiranoicas.
Teniendo en cuenta publicaciones de algunas redes sociales y conversaciones a base de mensajes privados, Ribera y sus compañeros fundaron un grupo flexible al que llamaron “Drastic”, un acrónimo de palabras que definen esta compañía que investiga los orígenes del Covid-19:
- Descentralized
- Radical
- Autonomus
- Search
- Team
- Investigating
- COVID-19
Los miembros ni siquiera se conocen a nivel personal y su relación desde la formación del grupo ha consistido mayoritariamente en compartir pistas de documentos enterrados y reflexionar sobre ellas. Asís de Ribera comentó que eligieron Twitter debido a que otras redes sociales como Facebook o Reddit solían eliminar contenido referente a hipótesis o teorías sobre el coronavirus.
Una investigación llevada en la sombra
Los hechos en los que se apoyan principalmente indican que, a mediados de 2012, seis trabajadores de entre 30 y 63 años entraron en la mina para limpiar una veta de cobre de heces de murciélago. Todos enfermaron con síntomas que recuerdan a los de la neumonía y tres de ellos murieron sin un diagnóstico definitivo. Los síntomas eran muy similares a los experimentados por las víctimas de Covid-19, aunque no está demostrado que fueran tan contagiosos.
Asís de Ribera y sus compañeros también han firmado tres cartas junto con otra agrupación parecida de destacados académicos en medios de difusión como el New York Times, el Wall Street Journal o Le Monde, en las que exigen más claridad en cuanto al origen de la COVID-19. Mientras tanto, en China se ha impedido sospechosamente el acceso al lugar de la mina o tomar fotografías de la misma a todos los reporteros. Toda la investigación se llevó a cabo bajo la sombra de ser tachado de negacionista o conspirador, una consecuencia inevitable de dudar del origen del virus. Sin embargo, los artículos basados en las pistas descubiertas por Drastic llevan circulando desde hace más de un año, cuando el periódico nacional británico The Times publicó un largo artículo acerca de las hipótesis y la mina, pero no ha sido hasta este año cuando el persistente goteo de descubrimientos ha puesto el origen del virus bajo un mayor escrutinio público.
Ya en 2021, la OMS realizó una expedición a Wuhan, aunque no pudo aportar pruebas concluyentes sobre la versión china, fue entonces cuando se enviaron las tres cartas firmadas que reclamaban una mayor investigación sobre el origen del coronavirus.
Nada de esto, por supuesto, confirma alguna de las teorías ya que no existen bases probadas sobre las que apoyarse, pero hoy existen cada vez más personas que piden transparencia respecto a estos temas, aunque bien es cierto que China no suele ceder a este tipo de presiones.
A pesar de que Asís de Ribera dice que prefiere no hacer cálculos y sumar las horas que ha dedicado a este tema, otro miembro de DRASTIC cuyo nombre de incógnito es Billy Bostickson y luce una imagen de perfil de un mono herido, calculó que, si preciase su tiempo en 20 dólares por hora, habría invertido 40.000 dólares en la investigación y eso fue dicho a julio del año pasado, por lo que se puede deducir que el trabajo es meticuloso y requiere mucha paciencia.
Aun con todo, el ingeniero industrial dice estar motivado y con ganas de seguir ejerciendo presión. Según dice, ha creado varios documentos que recogen miles de registros de secuencias de virus, los primeros pacientes y los viajes por China de los investigadores del Instituto. La paciencia de Asís de Ribera fue útil a la hora de cribar los interminables archivos PDF chinos para que los distintos programas de traducción pudieran hacer accesible la información al grupo ya que, a lo largo de este proceso, sólo ha participado un hablante de chino, principalmente para investigar la historia de la mina.